Mi nombre es
Naty, soy una chica de 34 años que a
continuación os quiere contar sus recuerdos y vivencias en el Bibliobús.
Soy
de Ardoncino, un pueblecito pequeño ubicado a 15 km de León capital. En mi
pueblo no hay escuela por lo que mis estudios trascurrieron entre un pueblo
ubicado a 10 km y el mío, donde cursé Párvulos, primero y segundo de primaria,
y luego ya me trasladé a León, más concretamente a Armunia, al C. Público Lope
de Vega, al cual acudía todos los días en el transporte escolar.
Cuando
llegaba septiembre, con el fin del verano venía el inicio del cole, lo que significaba
para mi alegría y tristeza: alegría porque volvía a ver a todos mis amigos y
amigas de escuela, y tristeza ya que suponía dejar a un lado esas tardes de
juegos.
Acudía
a la escuela con mi maletita y mi babi de rallas, blanco y azul, en cuyo bolsillo superior izquierdo mi madre
había bordado mi nombre. Aún escucho el ruido del suelo de madera de la
escuela, en la que había una estufa alrededor de la cual, María Teresa, la
maestra, nos colocaba unas alfombras
para cuando nos dolía la tripa, nos sentaba allí al calorcito y nos entregaba
un cuento para leer.
Cada
semana los cuentos eran diferentes, distintos. Un día al mes teníamos la visita de un amigo
muy especial para todos los niños, “ElBibliobús”.
La
escuela era un edificio de una sola nave, planta baja, poseía unos grandes
ventanales que daban a la carretera, a través de los cuales veíamos la llegada
de nuestro amigo, nos saludaba cuando pasaba, su conductor pitaba, y un ratito
después todos nos poníamos nuestros abrigos y acompañados de la profe nos
dirigíamos a la plaza del pueblo, donde estaba estacionado.
Bajábamos
corriendo, en aquellos años apenas había tráfico rodado por la carretera; cuando
llegamos a él, nos abrían las puertas, subíamos y nos sentábamos en el suelo
muchas veces y tomábamos algún cuento para leer.
Pasábamos
un rato, no sé exactamente cuánto, todos cogíamos un libro y después de
transcurrido ese tiempo que dedicábamos a la lectura en el bibliobús, nos
volvíamos para la escuela, con un libro bajo el brazo, un cuento, que sería el
que leeríamos en la escuela sentados al
calor de la estufa.
Una
vez en la escuela de vuelta, nuestro amigo se iba, no regresaría hasta el mes siguiente,
que de nuevo nos saludaría al pasar.
Hay
un libro, mejor dicho, un cuento que siempre que lo leo o lo recuerdo me trae a
la cabeza lindos recuerdos del Bibliobús y de los buenos momentos pasados en
él.: “Las
Historias de la Tía Tula”.